Respuesta inmediata: el que logró construir algo afuera. A esto llamo: status quo. Si me convierto en el observador de esta experiencia, la primer pregunta que necesito hacerme es dónde está el niño inocente que fui. Con tristeza y honestidad podemos ser capaces de reconocer esas “alegrías teñidas de culpa”. Pero qué pasó?. Sencillo: no hicimos caso a la máxima de conocernos. Por qué?. Porque el niño es inocencia para aprender y “no tiene cabeza” para pensar. Y acá viene la culpa, que es esencialmente miedo, como primer maestro cuando este interior nuestro intenta manifestarse.

Queremos seguir viviendo en el glamour de nuestro pequeño yo?. O de una vez por todas aceptamos en paz que nuestro inconsciente es un flor de mal educado, cuya naturaleza es salvaje y que muchas veces envía a la conciencia ideas vergonzosas o cosas por el estilo. Y acá está la clave: el idioma de inconsciente es través de símbolos o sea cosas que pueden ser interpretadas con conciencia, educadas y liberadas. Este es el camino más directo para recuperar nuestra inocencia innata, nuestra alegría, nuestro placer por la vida y nuestro verdadero aprendizaje de ser nuestra autenticidad.

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