Nacemos con talentos que son como semillas que a su tiempo y con cuidado, van a dar sus frutos. Pero que tal si tu entorno no comprende, no acepta ni reconoce tu peculiaridad?. Creo que una reacción primera puede ser el enojo y la próxima encapsular estos dones. Pasan los años y nos vestimos con la cultura en la que hemos nacido, lo que nos han enseñado y hasta con todo lo que nos dé sentido de pertenencia.

Ahora tené el coraje de escribir una lista de tus talentos, y si no lo recordás o creés que no los tenés, imaginá qué te gustaría hacer; simplemente puede ser estudiar, viajar o cambiar tu alimentación, rutina o lo que sea. Sigue las pistas que tu imaginación te va mostrando. No pienses que esto va a llevarte años, eso es falso. Sólo hacé caso a esos chispazos que te llegan y que no te obligan a hacer nada drástico y que sólo invitan a descubrirte. Ahora llegó el momento de ponerte en acción y sin justificarte ir tras esta lista.
Tené paciencia, y en poco tiempo esas semillas enterradas van a germinar y con ello una nueva conciencia de quién verdaderamente sos. Lo maravilloso del descubrimiento de nuestro talentos es que nos convertimos en padres. Ahora somos nosotros los responsables de nuestro verdadero potencial.

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