La gran oportunidad.

En el curso del año es muy probable que asomen a nuestra vida situaciones internas que necesitamos resolver. Pero al estar ocupados con una agenda, poco damos lugar a la comprensión de lo que nos está pasando.

A medida que se acerca fin de año estas situaciones de fondo salen, sin permiso previo, a superficie. El vértigo de un final de ciclo nos hace impotentes en detener esto que por alguna razón permanecía enterrado.

Es en este tiempo que en vez de estar o sentir paz entramos en guerra hasta con nosotros mismos, y agobiados cumplimos con tradiciones sin poder comprender el beneficio de esta ventana en el tiempo.

Y acá viene la situación: no aprovechamos el momento para comprender qué pasa con nuestra vida, qué tenemos que arreglar para estar mejor con nosotros mismos. Y siendo esta una temporada espiritual de descarga y renovación termina siendo un agobio existencial.

La razón es que damos poco valor a nuestra vida. Nuestra atención está puesta afuera, en las urgencias, en el placer, en los proyectos. Y si bien esto está bien, nuestra balanza está desequilibrada ya que a nuestro departamento de asuntos internos, poco tiempo dedicamos.

Es lógico que a fin de año se acumulen papeles sin firmar y asuntos sin resolver, y entonces para seguir con la costumbre, nos enfocamos afuera y en un estado que va desde el frenesí hasta la depresión festejamos la Fiestas.

La paz no se consigue de repente, y si el tiempo de balance llega y vemos sus resultados, tengamos el valor de aceptarlos porque en verdad ese es el mayor regalo que podamos tener en el año. Y en vez de tirarlo hacia afuera con peleas o taparlos con agobios o convertirnos en las víctimas, mejor agradecer que podemos verlo y darnos cuenta de esa oscuridad que subrepticiamente maneja nuestra vida.

No estamos acostumbrados a este trabajo, creo que es hora que prestemos atención a los síntomas de fin de año. Y si bien pueden agarrarnos de sorpresa otra vez, que sea la última.

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Todo el año es Navidad. Tomemos el compromiso de trabajar con nuestro mundo interior y busquemos corregir todo lo que podamos durante los 365 días del calendario.

Pero si hoy nos encontramos en mares violentos, escribamos nuestro sentir y si es posible reflexionemos en estos. Sepamos dominarnos para no resultar volcanes en erupción.

Hagamos todo lo posible para estar en paz con nuestro entorno, aunque no queramos o no nos salga, esforcémonos por conseguirlo.

Es hora de cambiar la costumbre de llevar un diario de vida en la cual nuestra esencia no está incluida, y replantearnos el valor de nuestra vida. Festejemos sintiendo amor, compartiendo amor y no estímulos tan temporales que terminan agotándonos.

Tengamos una nueva experiencia, hagamos con conciencia nuestro trabajo espiritual y como regalo nos sentiremos renovados y la alegría se irá instalando en nuestra vida. Es un momento sagrado, vivámoslo así. No tapemos con locura lo que requiere reverencia.

La aceptación de lo que nos pasa es el primer gran paso hacia nuestra liberación.

 

 

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